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Budismo tibetano

Stephen Hodge

 

Verlag De Vecchi Ediciones, 2017

ISBN 9781683255628 , 192 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz DRM

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5,45 EUR


 

Introducción


El budismo es una religión extraordinariamente rica y sofisticada. Básicamente examina por qué la vida de la mayoría de la gente suele estar oscurecida por la infelicidad y qué se puede hacer para solucionarlo.

Este libro pretende ser una breve guía de las características esenciales del budismo tibetano, especialmente en su aplicación práctica. No nos inclinaremos aquí por la información relativa a ninguna escuela de budismo tibetano, sino que intentaremos describir lo que se enseña y se practica en la mayoría de los grandes centros.

Los ejercicios prácticos que hay al final de cada capítulo tienen el objetivo, principalmente, de ayudarle si no dispone de un acceso fácil o regular a un maestro, y deben considerarse un instrumento secundario si se recibe apoyo de un maestro cualificado. Si usted ya está asistiendo a un centro de enseñanza, encontrará algunas de las explicaciones de esta guía útiles durante los primeros meses de su contacto con el budismo tibetano, cuando todo parece extraño y confuso. Cuando se encuentre con algo que no es mencionado en este libro, no dude en buscar a alguien a quien pedir más información. ¡Pasar un momento embarazoso es mejor que permanecer toda la vida en la ignorancia!

La creación del budismo tibetano

El Buda, un maestro noble y religioso que vivió entre el 563 y 483 a. de C. en el norte de la India, descubrió la clave de la felicidad y enseñó a la gente cómo encontrar el camino hacia la iluminación. Describió este enfoque directo como el Camino Medio, porque es libre desde los extremos del rígido sacrificio y de la poco estricta concesión de caprichos hacia uno mismo.

El Buda reconoce que todo el mundo está sujeto a los mismos funcionamientos del karma y a la falta de conciencia espiritual, pero que sus necesidades específicas difieren de forma natural. Si bien la base racional es siempre la misma, el Buda enseñó una amplia gama de técnicas y doctrinas de complejidad y sofisticación variable para permitir a la persona alcanzar la iluminación sean cuales sean sus requerimientos.

Las enseñanzas del Buda habían sido rigurosamente exploradas y desarrolladas en el momento en que alcanzaron su madurez total en la India en el siglo VIII. Muchas cosas originariamente implícitas en las enseñanzas adquirieron una gran importancia en las escuelas del budismo. A diferencia de muchas otras religiones, en las que salirse de la estricta ortodoxia es perseguido como herejía, diversas escuelas de budismo coexistieron en la India y en otros lugares. Las enseñanzas y las prácticas modernas eran aceptadas como auténticas y merecedoras de atención a condición de que fueran acordes con los pocos principios básicos del budismo.

Debido a su estrecha proximidad con la India, todos los linajes principales de la época se dirigieron hacia el Tíbet. Esto, por otra parte, llevó excepcionalmente al desarrollo de varias formas tibetanas de budismo. Los maestros de estas escuelas nativas de budismo fueron extremadamente activos durante muchos siglos, refinando constantemente las enseñanzas a través de sus propias prácticas meditativas y sus escritos sobre doctrina y filosofía.

El budismo tibetano en la actualidad

Cuando me interesé por primera vez en el budismo, hace mucho tiempo, a los 13 años de edad, todavía no había disponible demasiado material traducido. Sólo conseguí encontrar enfoques de meditación sobre el budismo del siglo XIX, a menudo pasados de moda. Además, la mayoría de los libros sólo trataban del budismo zen o de la forma del budismo del sudeste asiático, conocido como theravada. No había prácticamente nada sobre budismo tibetano. La situación empezó a cambiar con la dispersión de los maestros tibetanos, que huían de los trágicos acontecimientos ocurridos en su tierra tras la invasión china y la represión del budismo y la cultura tibetanos en los años cincuenta.

Todas las escuelas de budismo del Tíbet son ahora custodias de grandes cantidades de textos que tratan hasta el mínimo aspecto del budismo. En cierta manera, es una suerte que estos textos sigan mayoritariamente sin ser traducidos.

Mucha gente de Occidente suele acceder a las enseñanzas del budismo a través de los libros. Como profesor de budismo siempre me han preocupado los problemas a los que se enfrenta el lector interesado. Una persona puede ir a una gran librería y adquirir libremente aquello que le interese, sin tener en cuenta si el contenido es apropiado o si tiene el nivel adecuado para ser comprendido. A menudo he enseñado a gente cuyas ideas sobre el budismo constituían una confusa amalgama de toda una variedad de formas de enseñanzas derivadas de las diferentes escuelas de budismo, pero que seguían sin entender los principios básicos de la práctica. Este acercamiento indisciplinado al sendero budista no puede llegar a dar ningún fruto.

Las exigencias del Camino Medio se encuentran dentro de las capacidades concretas de cada persona. Sin embargo, estas suelen quedar ocultas por un acercamiento casual a la amplia gama de métodos posibles de desarrollar el espíritu. Por un lado, puede esperar encontrar una serie de prácticas que se combinen con su temperamento u objetivos, pero al mismo tiempo puede sentirse confuso por la gran cantidad de material que hay a su disposición.

Para el primer encuentro con el budismo puede ser una buena idea mirar a nuestro alrededor para ver qué estilo de budismo responde mejor a nuestras necesidades. Esta guía explica las enseñanzas y las prácticas esenciales del budismo tibetano. Combina conocimientos ancestrales con ejercicios prácticos y meditaciones para ayudarle a experimentar la sabiduría de una de las filosofías que hacen madurar el espíritu de forma más rápida. También debería leer algunos libros básicos sobre las demás formas principales de budismo actualmente practicadas en Occidente —theravada y zen— así como visitar varios de los numerosos centros que se han establecido recientemente, preferiblemente los que posibilitan el acceso a profesores residentes o visitantes. Pasado un tiempo, se dará cuenta de cuál es la forma de budismo que va mejor con sus necesidades y su personalidad.

Quizá prefiera la austeridad espartana del enfoque zen; o quizá desee encontrar la simplicidad sosegada del theravada, más tranquilizador. Tal vez se sienta más cercano a la riqueza exuberante del budismo tibetano, que cuenta, por su parte, con diferentes escuelas, cada una con su propio ambiente característico. Si le resulta posible, debería intentar experimentar un poco con cada una de estas escuelas antes de comprometerse.

Cabe recordar que cualquier implicación en el budismo es consecuencia de una elección personal. No hay castigos, ni divinos ni humanos, para quien decida cambiar de una escuela o linaje a otro. Algunos maestros equivocados, normalmente occidentales, intentarán que nazcan sentimientos de obligación, dependencia y culpabilidad, pero estos no son auténticos representantes del budismo. El propio Buda siempre animó a la gente a crearse sus propias ideas sobre su senda espiritual, sin presiones o coacciones de los demás. Sin embargo, una vez que se sienta atraído hacia una forma u otra de budismo y esté en disposición de hacer un juicio razonable, es mejor permanecer en ese particular enfoque durante un tiempo, aceptando la valiosa orientación del maestro.

Mi propio viaje

Como medida preventiva, quizá le guste saber que he intentado proporcionar aquí la información básica que me habría gustado leer cuando me interesé por primera vez en el budismo a mediados de los sesenta. Siendo muy joven, descubrí que la cristiandad convencional no daba respuestas a mis preguntas. Leí mucho, y de manera indiscriminada, sobre otras religiones y filosofías, desde el Islam hasta el Neoplatonismo. Cuando descubrí el budismo me sentí atraído por su tranquilo mensaje de paz y compasión, pero mi comprensión fue confusa durante años, y me faltaba orientación práctica. Sólo unos años más tarde —cuando tenía unos veinte—, en una de esas extrañas situaciones de serendipidad, me vi a mí mismo en una parte del sur de Londres donde había un centro theravada tailandés con monjes residentes que enseñaban meditación de una forma adecuada. Durante los meses siguientes, realicé muchos viajes en autobús cruzando Londres para asistir a las sesiones de meditación de los domingos.

Sentí también un interés paralelo por las lenguas japonesa y tibetana en la Universidad de Londres, donde aprendí también chino clásico. Fuera de la universidad mantuve mi primer contacto con maestros tibetanos nativos, que abrieron mis ojos hacia un nuevo universo. Gracias al amable ánimo del doctor Hisao Inagaki, que entonces era profesor de estudios budistas, decidí ir a Japón para proseguir mis estudios sobre budismo.

Llegué a Japón pocos días después de mi vigésimo cuarto cumpleaños, y me quedé allí casi diez años. La mayor parte de ese tiempo lo pasé en la Universidad Tohoku de Sendai, donde seguí hurgando en los misterios del budismo yogachara y los tantras mientras mejoraba mi chino y aprendía sánscrito. Pasado algún tiempo, me di cuenta de que sólo sería posible comprender y...