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Ver mejor sin Gafas

Paola Santagostino

 

Verlag De Vecchi Ediciones, 2019

ISBN 9781644616017 , 128 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz DRM

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5,99 EUR


 

TEORÍA GENERAL


El ojo, ese desconocido

Nuestro ojo es la más simple y perfecta cámara fotográfica que existe en la naturaleza. Una pequeña joya que nos permite convertir las ondas luminosas de la atmósfera en una imagen mental del mundo exterior. ¿Cómo es posible? Veamos cómo está formado el ojo y de qué manera funciona.

Cómo está formado el ojo

El globo ocular tiene una forma casi esférica. Su interior contiene un líquido acuoso transparente que permite el paso de la luz. El exterior está protegido por tres membranas: la más externa, llamada esclerótica, es resistente y evita eventuales golpes o lesiones; la intermedia, llamada corioidea, está plagada de vasos sanguíneos, le asegura la oxigenación y la nutrición; la interna, la retina, es la más importante para nosotros en este momento, puesto que en la parte profunda del globo, esto es, en la que se encuentra justo en la parte opuesta al punto más exterior, se alojan los órganos específicos de la visión (fig. 1).

FIGURA 1. El ojo

En ella se encuentran unas células muy especiales, llamadas conos y bastoncillos, que están capacitadas para transformar el estímulo luminoso —la onda de luz que recibe— en otro nervioso, que proseguirá su camino a lo largo del nervio óptico hacia el cerebro, donde será interpretado como imagen de un objeto exterior.

Hay un detalle que debe tenerse en cuenta, muy importante para entender lo que se dirá más adelante sobre la forma correcta de usar nuestros ojos: no toda la retina puede recibir y transformar los impulsos luminosos de la misma manera. Existe una zona particular muy pequeña, llamada mácula lútea, en la que hay otra aún más pequeña, la fóvea, donde la capacidad visual es máxima. Sólo en este punto pueden ser recibidas las imágenes de forma nítida y precisa.

Por lo tanto, es lógico que el ojo se mueva continuamente para conseguir de este modo que las imágenes incidan precisamente en ese punto, y más adelante veremos en qué medida esto es importante para una buena visión.

Si nos fijamos ahora en el exterior, encontraremos la córnea, el iris, la pupila y el cristalino.

La córnea es un disco curvado, resistente y transparente, que se adapta como la esfera de un reloj al globo ocular y permite una óptima refracción de la luz.

Debajo de ella se encuentra el iris, la zona más visible desde el exterior, en forma de corona circular. Tiene un color distinto al de los ojos. De hecho, cuando hablamos de ojos azules, verdes o pardos, hablamos del color del iris, el cual depende de la cantidad de pigmento que tenga, y que está determinado genéticamente (fig. 2).

FIGURA 2. Detalle del ojo

La pupila es la abertura situada en la parte central del iris. Los rayos de luz, cuando inciden en el ojo, pasan a través de ella. A simple vista es de color negro.

El iris actúa de la misma manera que el diafragma de un objetivo fotográfico: cierra el diámetro de la pupila si la luz es muy intensa y molesta y lo abre si es tenue, para capturar un mayor número de rayos de luz y aumentar la capacidad de visión.

Una vez atravesada la córnea, a través del iris y de la pupila, la luz llega al cristalino.

El cristalino es una pequeña lente biconvexa que modifica continuamente su curvatura en función de la distancia a la que se encuentren los objetos que observamos para así enfocarlos mejor.

Existe un pequeño músculo, el ciliar, que actúa sobre el cristalino, tensándolo hasta que este adquiere una forma más convexa, adaptada a la observación de los objetos cercanos, y relajándolo en una forma más plana para la visión de los objetos lejanos. El cristalino, por sí mismo, tendería a cobrar una forma esférica. Precisamente gracias a la acción del músculo ciliar, adopta una forma u otra en función de las necesidades.

Cómo se produce el proceso visual

Sigamos ahora el camino de la luz por el interior del ojo y veamos cómo se produce el proceso visual.

Las ondas luminosas alcanzan la córnea, a través de ella llegan hasta el iris, que absorbe los rayos periféricos y transporta los centrales a través de la pupila hasta el cristalino, desde donde se proyecta la imagen invertida hacia el fondo del globo ocular, sobre la retina.

Una vez aquí, y atravesando diversas capas de células de la fóvea y de la mácula lútea, se transforman en impulsos nerviosos que serán conducidos al cerebro a través del nervio óptico, situado en la parte más interna del globo ocular, desde donde serán conducidos al lóbulo de la vista a través de las sinapsis.

En su recorrido, los nervios ópticos se entrelazan, de manera que, por lo general, las imágenes recibidas por el ojo izquierdo alcanzan el hemisferio derecho y viceversa. Aun así, hay fibras que continúan en la misma dirección sin entrecruzarse (fig. 3).

FIGURA 3. Recorrido de las vías ópticas

El movimiento de los ojos

El ojo, como ya se ha dicho, recibe imágenes nítidas únicamente si inciden sobre la fóvea, por lo que debe moverse continuamente para abarcar todo el campo visual. En esta función le ayudan los músculos extrínsecos.

Hay cuatro músculos que conectan el ojo con la órbita ocular circundante y que permiten su movimiento en todas las direcciones. Están colocados cerca del ecuador del globo: uno en el interior, que lo conecta directamente con la cavidad orbitaria, otro en el exterior, otro más en el extremo superior y el último en el inferior y controlar así el movimiento en todas las direcciones (fig. 4).

Hay además dos músculos oblicuos que son los responsables del movimiento en diagonal. En su conjunto, con la acción combinada de todos estos músculos, puede realizarse una rotación completa.

FIGURA. 4. Músculos extrínsecos

Resumiendo, en la figura 5 vemos:

 la membrana esclerótica externa, muy resistente (1);

 la membrana corioidea, que aporta sangre (2);

 la retina (3), con la mácula lútea (4) y la fóvea (5) detalladas.

FIGURA 5. El ojo, un poco más detallado

En el otro lado:

 la córnea, transparente (6);

 el iris, que se contrae o se expande según la luz (7);

 la pupila (8);

 el cristalino (9), que se arquea o se aplana por la acción del músculo ciliar (10);

 el cuerpo vítreo y el humor acuoso, que llenan el globo ocular (11);

 el nervio óptico, que desde el globo ocular, y en concreto desde la retina, conduce los impulsos nerviosos hasta el cerebro (12);

 la conjuntiva (13) pegada al párpado, que recubre el globo ocular. Cuando se habla de conjuntivitis, nos referimos la irritación de esta membrana.

Los problemas visuales más comunes

No creo que nadie no haya oído hablar nunca de la miopía, la hipermetropía, la presbicia y el astigmatismo, ya que, tal como reza el título de este capítulo, son los problemas visuales más comunes. Sin embargo, a pesar de ello, la medicina no ha logrado encontrar el método perfecto para su prevención y cura. Es más: las ideas del doctor Bates sembraron la polémica entre los oftalmólogos norteamericanos al adoptar un punto de vista diferente para describir las causas y la naturaleza de estas anomalías. Veamos brevemente a continuación cuáles son sus opiniones.

Según la medicina tradicional, estos problemas se deben a una modificación estable de la forma de las estructuras oculares sobre la que no se puede intervenir. No cabe la posibilidad, por lo tanto, de una auténtica curación. Como mucho, podemos intentar mejorar nuestra visión con el uso de gafas o lentes de contacto.

Buena parte de estos problemas tiene su origen en la córnea, el cristalino, el humor acuoso o el cuerpo vítreo, que se encargan de la refracción de la luz .

La córnea, al ser curva, tiene una estructura distinta por las dos caras: normalmente. La diferencia es mínima, salvo en los casos de astigmatismo, en los que las imágenes pueden llegar a deformarse notablemente.

El cristalino, por su parte, tiene que modificar o —dicho de una manera más técnica— se acomoda continuamente su forma para enfocar los objetos sobre la fóvea de la retina. Se aplana cuando enfoca objetos lejanos y se curva en el caso de que sean cercanos.

Si el cristalino asume una forma demasiado aplanada, aunque sólo sea un poco, provoca la incapacidad de enfocar los objetos cercanos llamada presbicia.

También es fundamental la forma del globo ocular: generalmente, permite enfocar sobre la retina tanto los objetos cercanos como los lejanos, jugando con la variación de convexidad del cristalino.

Si el globo ocular es más corto en la parte anteroposterior, los objetos lejanos deberán ser enfocados detrás de la retina, lo que supondrá realizar un esfuerzo de acomodación especial, y otro aún mayor en el caso de los cercanos, lo que hará ya del todo imposible enfocar los que se encuentran muy cerca.

Se habla entonces de...